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http://repositorio.uca.edu.ni/4227/1/Pedro%20Arrupe%20el%20secreto%20de%20su%20vitalidad.pdfAbstract
El desembarco de Pedro Arrupe, como misionero en Japón -en el otoño de 1938, a sus 30 años- había de ser la experiencia más fecunda de su vida, después de sus vivencias en la facultad de Medicina y en el noviciado jesuita de Loyola diez años antes. Apenas pisó tierra de Japón, se le cayeron no pocos de sus mayores mitos. Por ejemplo, el de la prevalencia metafísica de Occidente. Fue como un sismo interior y rápidamente hizo a un lado sus apuntes europeos y norteamericanos de filosofía y teología y se puso a vivir, sencillamente, al lado de -y como- aquellos hombres. Europa y América -escribió- se prueban con argumentos; en Japón con una convicción vivida, que naturalmente, ha de desprenderse, explícita o implícitamente, de aquellos argumentos. En otros continentes nos preguntan qué creemos; en Japón se fijan en cómo creemos. Allí pesan el valor de nuestra ideología desnuda descarnada; aquí, si nuestra vida es coherente con esa ideología, cuyo esqueleto no les interesa, apenas conocen. ¿De dónde sacaba él, menudo de cuerpo, tanta energía interior para trasladarse continuamente a los escenarios y frentes humanos más diversos e implicarse gratuitamente en ellos? Cada uno podría acaparar entera a una persona y una vida, porque no se trataba de problemas menores, sino de fenómenos, situaciones y dinamismos humanos de alta tensión y, por consiguiente, de alto riesgo personal: concilio, inserción, ateísmo, promoción de la justicia, ecumenismo, acomodación de la Vida Religiosa, marxismo, inculturación, discernimiento, Latinoamérica, refugiados. Situaciones que siguen vivas en sus escritos, lo estuvieron de modo directo en sus decisiones de gobierno como General de la Compañía, en innumerables encuentros personales y oficiales con toda clase de gente o en su conversación ordinaria, y siguen vivas para los que las compartieron con él. Porque muchas cosas hizo fáciles el padre Arrupe, pero ninguna tanto como el acceso a él. Su sonrisa, su memoria para el recuerdo personal, pero sobre todo sus preguntas, fueron siempre puertas abiertas a todos.Date
2001-09Type
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oai:repositorio.uca.edu.ni:4227http://repositorio.uca.edu.ni/4227/1/Pedro%20Arrupe%20el%20secreto%20de%20su%20vitalidad.pdf
Iglesias, Ignacio (2001) Pedro Arrupe, el secreto de su vitalidad. Diakonia (99). pp. 10-12.